Hoy por accidente puse un tema que hace mucho que no escuchaba. Y otro, y otro, y otro, y entonces me di cuenta de cuánto me extraño. Extraño a esa chica súper alegre e hiperactiva, con una bandana en el pelo cada día de un color distinta, con una mochila toda rotosa bordada a mano. Extraño esas simples alegrías de ser extremadamente feliz con mi vida, de ir tranquila a la facultad por la mañana y quedarme dando vueltas un ratito a la tarde; de ir a clase en el turno noche con todas las pilas puestas y correr de un lado para otro con mis amigas. De escuchar mis composiciones, de tocar el piano durante largas horas, de ir a todos lados escuchando música.
Extraño los recitales, la energía y el cantar a gritos, el saltar y bailar casi hasta desmayarnos de felicidad. Extraño las previas a la vuelta o en la esquina, el speed con melón o la birra con amigos, los mosh hechos contra mi voluntad - por personas conocidas o desconocidas, pero mucho no importaba -, extraño las escapadas clandestinas con mi amante, las risas y los mates con mis amigos en la facultad o en la casa de cualquiera. Extraño esos delirios y las guitarreadas.
Extraño ponerme lo primero que veo y ni siquiera peinarme, la música a todo volumen sin que importe nada más. Extraño los abrazos fuerte y la gente que me saluda a donde sea que vaya. Extraño tocar el piano y sentir que quiero morir haciendo eso, entregándole mi vida al piano. Extraño los acústicos en la guitarra, las noches bajo las estrellas, las charlas eternas hasta el amanecer. Extraño quedarme despierta hasta muy tarde aunque al día siguiente tenga que levantarme muy temprano. Extraño disfrutar cada segundo como si fuera el último, sabiendo que estaba donde debía estar. Mi corazón me lo decía.