03ago
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Bola de pelos

Durante muchos muchos años no tuve mascotas. Es más, estoy casi segura de que nunca tuve una mascota "de verdad" - o por lo menos, un par de pajaritos y una tortuga de la que apenas tengo recuerdos yo no las considero mascotas de verdad.

Dos días antes de mi cumpleaños, el 28 de abril, aparecí en casa con una gatita blanca y negra de 4 meses llamada Bella. No fue una decisión impulsiva, pero sí fue una sorpresa para la gente que me rodeaba. Costó muchísimo que mis papás se adaptaran a tener un bichito caminante y que maullaba dando vueltas por la casa, pero funcionó.

No les puedo explicar lo feliz que me hace tenerla conmigo. La adoro, la miro y se me cae la baba, me quedo estupidizada viéndola jugar o simplemente dar vueltas. En este momento sonrío mirando las poses que hace mientras duerme en mi cama. Me encanta cuando todas las mañanas viene hasta mi puerta, maulla y rasca para que la deje entrar a dormir conmigo un ratito. Cuando me muerde cariñosamente para que le haga mimos, o cuando apoya sus patitas en mis piernas cuando estoy en la pc para que le golosinas. Hasta la quiero cuando se me para sobre el escritorio e intenta cazar el puntero del mouse en el monitor como si fuera un mosquito. No me arrepiento ni un segundo de haberla adoptado, de haber decidido tener una mascota y elegirla a ella. Porque si pudiera la volvería a elegir una y otra vez, aunque me robe la comida, se esconda debajo de las macetas y me mordisquee los lápices mientras dibujo.

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