Con los pies sobre la tierra

Creo que todo empezó hace unos años. A los 12 años era la persona más cursi que podías encontrar sobre la tierra: todos los días le escribía cartas a mi noviecito para recordarle que lo amaba. Al mes me dejó, claro. Si me pongo a pensar, me parece que la culpa la tienen el exceso de novelas y de libros de poemas que leía por aquella época. En otros noviazgos volví a pecar de exceso de miel en las palabras, pero fui víctima yo también. Y en un intento de relación que siguió me embadurnaron de miel hasta el asco y me prometí a mí misma mantener los pies en la tierra.

La vida, si bien es increíble, no es la novela que siempre tiene final feliz, y a fin de cuentas ni siquiera soy mayor de edad todavía. Muchas personas pueden pasar todavía por mi vida para cambiarla y no tiene sentido prometerle amor eterno a un tierno amor adolescente. Aprendí a no soñar imposibles mientras de amor se trata y a no hacer promesas que no pueda cumplir.

Supongo que, un poco por extensión, no soy cursi. Y en consecuencia, me molesta lo cursi en los demás; o tal vez no lo cursi en sí, sino el exceso. Últimamente mi cuenta en Facebook fue bombardeada de excesos de miel. Parejitas que sin conocerse se aman, cartas de amor kilométricas en los walls - y como ambos son amigos míos, aparece en mi News Feed - y la mayor densidad por metro cuadrado de te-amos y corazoncitos que hayan visto en sus vidas. Y como este es mi blog, mi reino, aprovecho para decir

ME ASQUEARON, MANGA DE CURSIS!

3 comentarios:

Priscila dijo...

NO a la cursileria se ha dicho!

Diego A. Peralta dijo...

Yo llegué a la misma conclusion hace muy poco tiempo, porque aunque siendo hombre, hacia las mismas cursilerias :P.

abi! dijo...

que te lean por favor!!!!!!

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