La angustia existencial de los martes

La mayor parte del tiempo soy una persona feliz. Y hasta hace poco era bastante raro verme malhumorada, y hasta hace un poco más de tiempo era hasta difícil verme sin una sonrisa en la cara y a los saltos y gritos por todos lados. Claro, es casi utópico pensar en una persona constantemente feliz, sin altibajos... supongo que alguna vez lo fui, hasta que algo reventó dentro mío. No tiene nada que ver con mi angustia crónica y tampoco viene al caso. Digamos que de a poco fui dejando de ser un cielo siempre celeste para tener mis propias nubes, y por qué no, de vez en cuando unos chaparrones.

Desde hace un tiempo estas nubes y chaparrones, por algún motivo sobre el que no quiero hablar, se agrupan en la noche de mis martes. Desde hace unos meses que los martes es mi noche de angustia crónica. Llego a casa despues de haber estado todo el día corriendo, desde las 8.30 que entro a la facultad, hasta las 22, que termino mi clase de piano; y me inunda por completo sin pedir permiso. Llego con cara de cansada, con los músculos sin fuerza, la voz ahogada, el maquillaje corrido, los ojos hinchados y las ojeras por el piso. Más de una vez llegué llorando. Llego triste, cansada no sólo físicamente sino también de espíritu, con un sólo pensamiento rebotando dentro de mí: "I'm never gonna be good enough."

Algunas veces mutó en una crisis nerviosa, a veces en llanto histérico y a veces en llanto ahogado, pero siempre con un nudo en la garganta y con el firme deseo de transformar en eterno el tiempo tan sólo para superarme. ¿Alguna vez hablé sobre mi autoexigencia? Debería, hoy no.
Los martes son los días que ceno sola, mirando el vacío. Todavía me pregunto si el vacío está afuera o adentro.